Asociaciones Gaditanas (VIII).- Gremio de Expendedores de Vinos y Licores, o de los Montañeses.
Foto de la familia Fernández Ruíz en su establecimiento de Ultramarinos de Cádiz
La dirección del gremio estaba encabezada por un apoderado o diputado mayor, contando además con cuatro diputados, un tesorero, un celador, un secretario y cuatro apreciadores. Todos los cargos eran anuales, excepto el de apoderado y el de diputados que eran bianuales. Sólo se permitía la reelección del apoderado siempre que obtuviese al menos tres cuartas partes de los votos, y esto sólo por una vez. Se establecía también un sistema de control de los cargos, eligiéndose anualmente ocho "conciliarios" eventuales para tomar las cuentas de la mesa.
El número de cántabros mayoritariamente relacionados con el comercio al por menor de alimentos y vinos, continuó siendo muy elevado durante los siglos XIX y XX. En 1913 fundaron en el Barrio de San José el Centro Cántabro, lugar donde todavía se ubica. Además de favorecer el contacto entre su numerosa colonia, sirvió de lugar de colaboración patronal y edificaron una Casa de Salud que sirvió como mutualidad sanitaria para sus afiliados. En la foto fachada actual del Centro Cántabro, por desgracia no he logrado ninguna foto antigua de la preciosa finca de la entidad.
Foto de la familia Fernández Ruíz en su establecimiento de Ultramarinos de Cádiz
La prosperidad alcanzada por Cádiz durante el siglo XVIII, tras el traslado de la Casa de la Contratación desde Sevilla, sirvió de elemento de atracción sobre múltiples poblaciones cántabras que se encontraban durante la Edad Moderna en una amplia crisis económica. Progresivamente los cántabros fueron mopolizando los trabajos relacionados con la venta minorista de productos básicos de alimentación que completaban en un mismo espacio con la venta de vinos y licores. Esos establecimientos fueron conocidos como Ultramarinos y solían ser regentados por los llamados "montañeses". El efecto llamada provocó un importante éxodo que llegó a introducir en el lenguaje gaditano la palabra "chicuco" para definir al aprendiz de ese gremio y dentro del vocaburio cántabro el término "jándalos" para denominar a los cántabros que habían emigrado hacia el Sur y que normalmente regresaban a sus municipios para pasar el comienzo del verano. Antes de la presencia del ferrocarril los documentos hablan de que los viajes desde Cantabria hasta Cádiz eran realizados a pie.
"Uniforme" habitual de los trabajadores de los Ultramarinos con bata color gabardina y cinturón del mismo color. Algunos calzaban las típicas albarcas de madera, zuecos utilizados en el norte de España.
En 1973 una chirigota gaditana denominada "Los Chicucos de Villacarriedo" incluía en su tipo elementos de su vestimenta.
La abundancia de la colonia cántabra propició a comienzos del siglo XIX la formación de una organización gremial que uniese a sus integrantes. El proceso de la legalización del Gremio de Expendedores de Vinos y Licores, que duró casi treinta años, supuso no sólo una muestra de la constancia de sus miembros sino también la historia de los vaivenes legislativos que durante el primer tercio del siglo XIX padeció esta fórmula de corporación socio-profesional. Más conocido como gremio de “los montañeses”, por el origen cántabro de la mayoría de sus asociados, sabemos que inició su proceso de aprobación en el año 1803 cuando enviaron al entonces gobernador militar y político de Cádiz sus ordenanzas. Estas, fueron devueltas el 4 de junio para su reforma, y una vez realizadas nuevamente enviadas a la misma autoridad. El gobernador elevó las normas el 5 de agosto al Consejo de Castilla con el siguiente informe:
"Uniforme" habitual de los trabajadores de los Ultramarinos con bata color gabardina y cinturón del mismo color. Algunos calzaban las típicas albarcas de madera, zuecos utilizados en el norte de España.
En 1973 una chirigota gaditana denominada "Los Chicucos de Villacarriedo" incluía en su tipo elementos de su vestimenta.
La abundancia de la colonia cántabra propició a comienzos del siglo XIX la formación de una organización gremial que uniese a sus integrantes. El proceso de la legalización del Gremio de Expendedores de Vinos y Licores, que duró casi treinta años, supuso no sólo una muestra de la constancia de sus miembros sino también la historia de los vaivenes legislativos que durante el primer tercio del siglo XIX padeció esta fórmula de corporación socio-profesional. Más conocido como gremio de “los montañeses”, por el origen cántabro de la mayoría de sus asociados, sabemos que inició su proceso de aprobación en el año 1803 cuando enviaron al entonces gobernador militar y político de Cádiz sus ordenanzas. Estas, fueron devueltas el 4 de junio para su reforma, y una vez realizadas nuevamente enviadas a la misma autoridad. El gobernador elevó las normas el 5 de agosto al Consejo de Castilla con el siguiente informe:
Cantonera de esquina de hierro con referencia al Ultramarinos Los Tres Reyes de Quintin González, calle Cervantes- Vea Murguía
"Se hallan libres del contagio general que produce toda agremiación, haciendo exclusivo entre cierto número de individuos el comercio, las artes ó la industria. Los daños que causan las visitas domiciliarias no tienen algún lugar, y en ellas se ven sembrados los mejores principios de equidad y justicia con que pueden ser gobernados sus individuos que los redima de la ruina que causan los pleitos; y el gobierno á la primera vista tiene en caso necesario las ventajas a que dio origen el empadronamiento en general, bajo cuyo concepto les dirijo a V.E. para que el Consejo se sirva determinar lo que estime conveniente acerca de su aprobación”.
"Se hallan libres del contagio general que produce toda agremiación, haciendo exclusivo entre cierto número de individuos el comercio, las artes ó la industria. Los daños que causan las visitas domiciliarias no tienen algún lugar, y en ellas se ven sembrados los mejores principios de equidad y justicia con que pueden ser gobernados sus individuos que los redima de la ruina que causan los pleitos; y el gobierno á la primera vista tiene en caso necesario las ventajas a que dio origen el empadronamiento en general, bajo cuyo concepto les dirijo a V.E. para que el Consejo se sirva determinar lo que estime conveniente acerca de su aprobación”.
Como
se indica en la introducción de la publicación de sus ordenanzas, en enero de
1805 el Consejo de Castilla remitió las ordenanzas a la Real Audiencia de
Sevilla que solicitó información a los interesados, pero la lentitud
burocrática debió ser tan amplia
"que no llegó el caso de realizarse sin duda á motivo de la guerra
de la independencia, y convulsiones políticas ocurridas en el Reino". Todo
ello además se complicó por el fallecimiento de los encargados de gestionar el
expediente.
Debió
tener actividad aún sin tener aprobados los estatutos pues hemos encontrado una
referencia a su restablecimiento tras el trienio constitucional. Pero no fue
hasta el 18 de mayo de 1832 cuando
inició de nuevo el proceso de legalización presentando nuevas ordenanzas ("por
las que dejando sin efecto las anteriores han procurado sujetarlas a los usos y
costumbres bien admitidos, y fijar por
observancias sencillas del gobierno interior del gremio, contando además las desavenencias
á que de lugar la falta de ellas").
La respuesta esta vez fue más rápida,
informando la Real Audiencia de Sevilla favorablemente el 5 de diciembre de
1832 y el Consejo de Castilla el 8 de
febrero de 1833. Poco después fallecía
Fernando VII, y se iniciaba con la regencia de su esposa María Cristina el
proceso de desarticulación gremial. El
gremio de los montañeses de Cádiz incluía entre sus miembros a los
"cabezas de familia; los dueños, proveedores y factores de los almacenes;
y los demás que hasta ahora han vendido efectos de carbón, azeite (sic), vino,
vinagre, aguardientes y licores" que como puede observarse amplia el
título original a un sector como es las tiendas de ultramarinos o de
"chicucos" que dentro de la ciudad de Cádiz quedó en manos de los
cántabros al menos desde el siglo XVIII y que continuó, aunque en evidente retroceso, hasta nuestros días.
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La dirección del gremio estaba encabezada por un apoderado o diputado mayor, contando además con cuatro diputados, un tesorero, un celador, un secretario y cuatro apreciadores. Todos los cargos eran anuales, excepto el de apoderado y el de diputados que eran bianuales. Sólo se permitía la reelección del apoderado siempre que obtuviese al menos tres cuartas partes de los votos, y esto sólo por una vez. Se establecía también un sistema de control de los cargos, eligiéndose anualmente ocho "conciliarios" eventuales para tomar las cuentas de la mesa.
El número de cántabros mayoritariamente relacionados con el comercio al por menor de alimentos y vinos, continuó siendo muy elevado durante los siglos XIX y XX. En 1913 fundaron en el Barrio de San José el Centro Cántabro, lugar donde todavía se ubica. Además de favorecer el contacto entre su numerosa colonia, sirvió de lugar de colaboración patronal y edificaron una Casa de Salud que sirvió como mutualidad sanitaria para sus afiliados. En la foto fachada actual del Centro Cántabro, por desgracia no he logrado ninguna foto antigua de la preciosa finca de la entidad.
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