Asociaciones gaditanas (X).- La Hermandad de Operarias de la Fábrica de Tabacos de Cádiz 1859
A pesar de que ponga Sevilla es la calle Plocia de Cádiz aproximadamente en 1911.
En el año 1829, el ayuntamiento cedió al
Estado el edificio de la antigua alhóndiga para su establecimiento, lugar donde
tuvo funcionamiento hasta la década de los ochenta del siglo XX para pasar a
unas nuevas instalaciones en la Zona Franca. La Fábrica de la calle Plocia se
convirtió en Palacio de Congresos y Exposiciones. La fachada principal de ladrillo visto forma un conjunto muy típico de los edificios industriales del siglo XIX. En el frontón de la entrada una placa de mármol con la inscripción Fábrica de Tabacos rematado con el escudo de Cádiz. Este frontón es de menor altura que el resto del edificio y divide al conjunto en dos cuerpos simétricos.
La fachada es sobria en cuanto a decoración. . Hay una placa que renueva el compromiso de la ciudad con la fábrica. Y debajo está el primer reloj eléctrico de la ciudad, que fue visitado a su paso por la ciudad por el mismísimo Thomas Alva Edison. Sobre la puerta principal se conserva el escudo barroco de la fábrica de 1741 realizado en mármol blanco.
Madoz, en su Enciclopedia Geográfica, nos ofrece una estadística que sitúa,
mediada la década de los cuarenta del siglo XIX, a 1.224 mujeres y 65 hombres
trabajando en dicha industria.
Igualmente informaba de la creación por las operarias de “un pequeño
banco de socorros para los casos de enfermedades o jubilaciones, y consiste en
dejar cada una 4 rs. Vn. al mes de su sueldo, con cuya suma reunida atienden a
los gastos de medicinas, sueldos de 3 médicos, sangrador, sanguijuelas,
socorros pecuniarios, etc., etc. Este convenio es tanto más útil para estas
desgraciadas, cuanto que, siendo el jornal que ganan muy corto, apenas les
alcanza para el alimento preciso, y tendrían que ir, cuando caen enfermas, a un
hospital o pesar sobre la caridad pública”.
Con prestaciones muy semejantes, y
probablemente como continuidad de la comentada por Madoz, encontramos desde
1859 referencias de una Hermandad de Operarias de la Fábrica de Tabacos.
Mediante una cuota mensual, suministraba "en sus enfermedades asistencia
facultativa, los medicamentos necesarios, sangrador y sanguijuelas, baños y
leche de burras, facilitándose además un socorro a las que se encuentren en un
estado grave; en caso de fallecimiento se las costea el entierro por la
hermandad, dándoselas la caja y media sepultura y abonando a sus familias 200
reales de vellón". Tuvo existencia hasta 1866.
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