Asociaciones Gaditanas (VII).- SOCIEDAD FOTOGRÁFICA DE CÁDIZ
Fotografía de la Iglesia del Carmen realizada por una expedición por Rafael Castro. 1862
Libro de Rafael Garófano en facsimil ejemplares de EL ECO DE LA FOTOGRAFIA
Fotografía de la Iglesia del Carmen realizada por una expedición por Rafael Castro. 1862
El
18 de febrero de 1863 se estableció en el estudio del fotógrafo Eduardo López,
en el número 1 de la calle Comedias (Feduchy actual) segundo izquierda, la primera Sociedad Fotográfica creada en
España sobre este nuevo arte. Tres días más tarde los diez socios fundadores
discutían y aprobaban en el mismo lugar sus estatutos, que fueron inmediatamente
presentados al gobernador civil. El correspondiente informe del Consejo, que
por entonces se encargaba de asesorar a la primera autoridad provincial, fue favorable, haciendo la salvedad de que
todavía la Sociedad no contaba con el número de socios exigidos por ley.
El
objeto de la entidad era “estimular la afición al arte y conocer los progresos
que éste haga tanto en España como en el extranjero”. Dividía a sus socios en
residentes, transeúntes y corresponsales, éstos últimos estaban exentos de
cuota tanto de entrada como mensual. Sus integrantes se obligaban a presentar
mensualmente una prueba fotográfica, y
la asociación se reservaba la promoción de sus afiliados otorgándoles medallas
de plata y cobre.
Su
primera directiva estuvo compuesta por el abogado Pedro de la Sierra Villar
como presidente, el también letrado Manuel Roche como secretario contador, como tesorero el comerciante Francisco de la
Viesca, integrando también la junta
Matías Seco, jubilado, José Fernández de Celis, propietario, José
Requena, oficial del cuerpo de administración, y los fotógrafos profesionales
Manuel Villet Díaz, el ya nombrado
Eduardo López y José Abeille Nal y Eduardo García Chicano. Precisamente,
el estudio conjunto que compartían estos
dos últimos fotógrafos en la calle Duque de Tetuán (Ancha) nº 12 pasó a convertirse en el domicilio de la
Sociedad a partir de finales del mismo año 1863. Mantuvo correspondencia con
una asociación semejante de la ciudad francesa de Marsella y con el director y
el redactor del periódico parisino Monitor
de la Fotografía.
Desde
comienzos del mes de noviembre del año 1863 la Sociedad gaditana publicó un
periódico mensual propio bajo el título de El
Eco
de la Fotografía. Hemos podido consultar la casi totalidad de los
aparecidos en el primer año de su publicación observando como gracias a la
colaboración de sus asociados, se incluyeron artículos que incidían en los
aspectos tanto teóricos como prácticos de la fotografía. Destacaron las aportaciones de sus fundadores
Manuel Roche, José Fernández de Celis, Francisco de la Viesca y José Nal,
además de los de dos nuevos y prolíficos socios
Manuel Simo, corresponsal de Jerez que acudió a algunas de las sesiones
quincenales de la asociación, y Francisco de Selgas, corresponsal de Madrid,
que se incorporó como colaborador a partir del número 4 dentro de una
denominada “Sección de Provincias”.
Otras veces se incluyeron artículos aparecidos en otras revistas, como
la madrileña El Propagador de la Fotografía, las
francesas Revue Photographique, Le
Moniteur de la Photographie y Boletín de la Sociedad Francesa de la Fotografía y la belga Boletín Belga de la Fotografía.
Muralla de Cádiz por la actual Alameda hacia 1862
El
interés de El Eco de la Fotografía radica no sólo en la interesante aportación de
la Sociedad gaditana a la divulgación de este nuevo arte. Como su Boletín Oficial nos ofrecía, aunque con mucho retraso,
información de la propia vida asociativa. Periódicamente aparecía un extracto
de las reuniones realizadas de las que deducimos la existencia de juntas
quincenales, que se celebraban los días primero y quince de cada mes. En estas
sesiones, además de dar conocimiento de la admisión de nuevos socios, se
conocían las pruebas fotográficas realizadas por sus miembros. Los estatutos
obligaban a los socios a presentar una prueba mensual, que debió ser una tarea
dificultosa sin nos atenemos a los continuos llamamientos realizados por el
presidente. En la sesión del 15 de junio de 1863 se presentaron por primera vez
las pruebas exigidas, ofreciendo siete afiliados sus trabajos. En la misma
sesión el presidente expuso la conveniencia de omitir la calificación de las
pruebas para evitar disgustos a aquellos que no se viesen recompensados
suficientemente, declarando por ese motivo en suspenso el artículo 35º de la
normativa interna.
Favorecieron
también la participación de sus socios en las grandes exposiciones
internacionales aprobando imprimir una circular acerca de la que se iba a
celebrar en París. Se adhirió igualmente al propósito de la revista madrileña El Propagador de la Fotografía para
celebrar una exposición de fotografía española en Madrid, iniciando una
suscripción que abrió con una aportación propia que no encontró amplios
apoyos. Aprovechando los viajes de dos
de sus miembros a Paris y Madrid, concretamente de José Nal y Francisco de la
Viesca, realizaron sendas memorias dónde manifestaban que, ni en la entonces capital de la cultura y del arte
europeo, ni en los gabinetes madrileños, observaban grandes novedades con
respecto a lo que se hacía en Cádiz.
De
la lectura de El Eco de la Fotografía
podemos deducir también el espacio que la sociedad española dedicó a este nuevo
arte. En su primer número los redactores anunciaban los beneficios que la
fotografía iba a proporcionar tanto a las ciencias como a las artes.
Comparándolas con las edades del hombre, consideraban que la fotografía se
encontraba en la infancia, en donde se busca más la distracción y el
entretenimiento, y que se empezaba a notar la adolescencia en cuanto se comenzaba
a aplicar su utilidad. Después de alabar a la Física y a la Química como las
dos ciencias que se convierten en el fundamento del nacimiento de la
fotografía, expresaban que los gobiernos de las naciones verdaderamente
civilizadas habían estimulado su estudio, ofreciendo premios y privilegios a
los que realizasen avances en la nueva técnica, además de incorporar su
enseñanza en los planes de estudio.
El
conflicto entre la fotografía y la pintura, que provocó en Francia el
nacimiento del Impresionismo, tuvo también sus repercusiones en España. En
Cádiz parece ser que la Academia de Bellas Artes ejerció una actividad
protectora, admitiendo en sus exposiciones las pruebas de los aficionados a la
fotografía. No debió ser igual el trato que se dio en Madrid, pues El Propagador de la Fotografía se
quejaba de que no se dedicase ni siquiera un reducido espacio en el edificio
destinado a la Exposición de Bellas Artes. El
Eco, al analizar dicha situación, expresaba que,
efectivamente, en España se seguía manteniendo la idea de que para captar una
buena imagen sólo se requería poseer un objetivo y conocer unas cuantas
fórmulas sobre las manipulaciones concernientes al cristal y a la tirada de los
positivos, pero achacaba gran parte de culpa a los propios aficionados, que no
habían sabido, o más bien no habían querido formar, sociedades para elevar su
voz al Gobierno ante semejantes injusticias.
Justificaban
el asociacionismo, además, como una forma de romper el aislamiento del
fotógrafo en su gabinete mediante la ampliación de conocimientos, gracias a que
en las juntas se habla con libertad de lo que se ha leído y se ha practicado.
También la asociación suponía un estímulo al confrontar sus obras con las de
sus compañeros. El seguimiento de su existencia nos lleva hasta 1866, año en
que declaraba tener socios corresponsales en Sevilla, Córdoba, Madrid, París y
Santiago de Cuba.
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